Llegó la primavera!!!
Por fin recupero el humor. La casa comienza a calantarse en este paraíso criminal. Ay, no he encontrado trabajo pero sí muchos cuates que me invitan a las cantinas. Qué maravilla, viva el amor y la amistad. Esos amigos también me han recomendado unas pastillas que me ponen animosa y activa. Aunque ya dije que no, seguiré los consejos de mi guía espiritual y únicamente accederé a hombres reponsables y sobrios. La bronca es que casi no existen. En estas reflexiones de ocio, mientras extraño aunque sea una oficina de abogado, con maquina mecánica, me he dado cuenta que los hombres como género (esa palabra "género" se la aprendí a Sánchez Asuara), atraviesan por una crísis que los ha adentrado en esa enfermedad nerviosa considerada exclusiva de nostras: la histeria. Andan todos, por lo menos en mi país, corriendo como pollos sin cabeza, o como juguetitos con la cuerda pegada. Ya no saben cómo acomodarse. En esos asuntos creo que tengo que poner al tanto a mi guía espiritual, a ver si toma cartas en el asunto y les receta un nervocalm cósmico.
Entre las borracheras, he tenido tiempo para acercarme a la poesía femenina: comecé a leer a José Homero. Soy tan bruta que me robé su libro creyendo que era el de la Iliada (a mí me habían dicho que se apellidaba Homero ¿o se llamaba?) ay, no sé. Total que ya después del riesgo del hurto lo menos que pude hacer fue chillar y leer esa basofia para cocineras (de las que cocinan con manteca y le hacen la vida imposible a algún marido bebedor, bisexual e infiel).
Después de leer quedé preparada para la diplomacia de corsach (creo). En fin, que me servirá para escalar a nivel ejecutivo. Gracias, Pépe! ahora entiendo por qué dicen que la poesía es el caldo para el alma.